Crucé por ruinas al destierro de un alma perdida y en sus ojos habitaban caballos dormidos.
Tomo nota de las hostias y los perdones de esos días, callados en la silla en los lugares de la vida en cualquier rincón de cualquier alegría.
Abismos en calles sin parada, anduve sola y mal armada, pie por pie, manzana por manzana, comiéndome la sangre seca de mis rodillas, luciendo el oro que dejaba la estela de mis astros. Nadie lo hubiese notado, menos tú. Claro es que si refuerzo la imagen es para resistir y poco preciso sería decir que si grito no estoy gritando, gritan los demás. Que si lloro, no estoy llorando, lloran los demás.