martes, 13 de junio de 2017
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El amor es un terreno pedregoso, cambia de forma de color, con cada paso hacia el sol, corres el riesgo de que ni siquiera el sol sea cierto, es un desierto de vientos fuertes, como agota el silbido del silencio, los párpados cargan el tiempo y llevan una luz de aquella mirada cautivadora, que no sabes cuando se apagará y al final poder cerrar los ojos y descansar. Entra en acción el mar que de pronto ahoga, y te encuentras de cabeza en otro mundo donde los ruidos no cesan, y el tiempo se transforma, de los párpados al nudo que se hace al hablar sin hablar, al gritar sin gritar, al respirar sin respirar, solo te queda el suicidio, cercenar la cabeza, desatar el nudo. La pregunta del "porqué" acontece tanto drama con algo tan bello, es irrelevante. Pero si morimos todos, fijemos en quién o en dónde dejamos los silbidos, el eco, los ruidos y esos hermosos y degollanudos nudos.
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