Te siento 
como reacción química en mi cuerpo.
Nadas por mi sangre 
y eres rojo, amor
y eres denso.
Te siento en mi vientre, 
que anida el ombligo
como cuna de recién nacido.
Te siento en los lagrimales 
de los que brotan hadas ahogadas, 
casi muertas, sin alas.
Te siento como el tatuaje 
religando la tinta y la sangre.
Te siento como siento amor
en mi alma inestable
que brota de tus ojos de cuásares. 
sábado, 30 de enero de 2016
martes, 12 de enero de 2016
Mi Corazón
¿Cuánto se guarda uno en el corazón, que desconoce la verdad de sus intenciones?
Desnudas un cuerpo para ver los contornos y lo que esconde entre sus grietas, lo golpeas para ver si también llora como tú. Te acaricias con él, con lo ajeno a ti, te engañas y te dejas invadir.
La intención de un corazón es palpitar hasta que el cuerpo enferme o éste se haga viejo y decrépito. La intención de lo que guarda entre su mar de sangre, es agitar el cuerpo empujándolo al miedo, al vacío, al desosiego, a la muerte misma. Y esa fuerza con que la marea golpea nuestra cara, nuestras manos, nuestros pies, se llama voluntad de amar. Amas y entonces luchas, luchas por vivir, por mantenerte en pie así el miedo rompa tu quijada, así las piedras lastimen tus pies, tu eres un guerrero y en pie con fuerza debes mantenerte.
¿Porqué nuestro corazón nos empuja a este fatal destino? Sufres corazón desde el momento en que lates. Solo la razón te priva del dolor, pero nunca nos libraremos de nuestro lógico final.
En vida uno se puede sentir muerto, en vida uno se puede sentir aún más vivo. Y expresar: ¡Me siento más vivo que nunca! Pero no acaba ahí. Uno no expresa: ¡Me siento más muerto que nunca! Y en efecto-porque uno todavía no está muerto-. Un príncipe me dijo: "Tu mueres un poco cada día, y eso está bien. Yo vivo con los días y eso también está bien, ya que mi corazón me lo permite." Me sentí desdichada, una total y completa infeliz. Que no podía aportar nada a mi vida, a la que pasaba frente a mi cara, ergo, alimentaba a mi muerte.
Caminaba por los ojos de mi amor, daba vueltas en sus córneas y meditaba mientras mojaba mis pies entre sus lágrimas. Pensaba: si sugiero vivir alegremente mi vida, la muerte igual se burlaría de mi con un beso. Si acampo en el bosque y espero que una bestia salvaje me devore hasta los huesos, al menos habré alimentado una vida con mi muerte y no sería en vano. Hasta que meditabunda resbalo por el lagrimal y caigo. Pequeña, empapada, salada y con un sabor salado tristeza. Fue una lágrima de esas que pesan por que ya, por que ya no vale nada la vida, y solo queda llorar, expulsarse a sí mismo por los ojos, disipar el dolor en manera de gotas, de llanto. Llover hasta que todo acabe. Sufrí mucho al querer subir al pecho e intentar recostarme en su corazón, necesita dormir en un latido que se extienda con mi vida, que me acompañe en las tardes y en los días. Sufrí. Hasta que todo se hizo agua. Y pensé: Mi amor llora porque seguro no sabe las verdaderas intenciones de su corazón. O seguro debe llover porque sabe lo que siente pero su razón no lo deja en paz. La mera verdad es complicado saber los motivos de una laguna en su pecho.
Nadaba entonces, flotaba y miraba las estrellas. Ya de noche, sumergía mi cuerpo e intentaba llegar al fondo de su corazón, pero la respiración no me aguantaba. Me di cuenta que moriría pronto sin saber lo que guardaba su corazón. Resultado de eso, yo me haría marchita, una planta seca o tal vez los insectos me someterían, pero es irrelevante. Me terminaron convenciendo de que lo más importante es la vida. La muerte la puedo dejar para después. Debía esperar que el Padre evapore el lago de mi amor para poder yo tocar tierra y sentir su corazón.
Descansaba en su oído mientras que mi amor dormía y escuchaba los sueños de Luna. Dulces sinfonías, que su oído jamás escucharía. Y era una tragedia. Uno debe aprender hacerse pequeño y vagar por su amor para escuchar y sentir las bellas cosas de la vida antes de que la muerte venga a robarnos el aliento y ya no nos alcanze ni para el suspiro. Tarde o temprano expiraremos y para que la muerte no nos encuentre debemos hacernos diminutos y que solo encuentre nuestro amor. Al menos, espero que tenga compasión o si quiera se conmueva.
Un sueño era sobre las sombras de mujeres, danzaban y gemían los infortunios de su amor. Otro comenzaba con un beso y un recuerdo y terminaba con el recuerdo del primer beso. El tercero era sobre un cofre dorado que guardaba las monedas de Caronte, las que había recolectado durante todo el tiempo. Mi amor, sueña con la vida, sueña con los golpes, sueña con ser Caronte. Y ahora, navego hasta su corazón, yo sola. Y el espejo se revela... veo una barquera que cruza un mar de sangre, veo el cofre dorado con el que mi amor soñaba. Y al otro lado veo mi amor, de pie y pintado, con la fecha de su nacimiento, de su sufrimiento. Y caigo, caigo de nuevo del lagrimal, pero despierto húmeda sudorosa en la cama junto a él. Me toma la mano y me dice: ¿Qué tienes corazón? ¿Qué te asustó? Solo lo miré recordando todo lo que había soñado. Y le dije: Yo... yo soy tu corazón, no tengo que buscar ni hacer más preguntas. Ya sé lo que habita en tu corazón.
Luego de abrazarlo, preparo té de jazmín y suspiro. Pensé: Este no será mi último suspiro. Lo tengo a él, a mi amor, hecho carne para salvarme la vida.
Desnudas un cuerpo para ver los contornos y lo que esconde entre sus grietas, lo golpeas para ver si también llora como tú. Te acaricias con él, con lo ajeno a ti, te engañas y te dejas invadir.
La intención de un corazón es palpitar hasta que el cuerpo enferme o éste se haga viejo y decrépito. La intención de lo que guarda entre su mar de sangre, es agitar el cuerpo empujándolo al miedo, al vacío, al desosiego, a la muerte misma. Y esa fuerza con que la marea golpea nuestra cara, nuestras manos, nuestros pies, se llama voluntad de amar. Amas y entonces luchas, luchas por vivir, por mantenerte en pie así el miedo rompa tu quijada, así las piedras lastimen tus pies, tu eres un guerrero y en pie con fuerza debes mantenerte.
¿Porqué nuestro corazón nos empuja a este fatal destino? Sufres corazón desde el momento en que lates. Solo la razón te priva del dolor, pero nunca nos libraremos de nuestro lógico final.
En vida uno se puede sentir muerto, en vida uno se puede sentir aún más vivo. Y expresar: ¡Me siento más vivo que nunca! Pero no acaba ahí. Uno no expresa: ¡Me siento más muerto que nunca! Y en efecto-porque uno todavía no está muerto-. Un príncipe me dijo: "Tu mueres un poco cada día, y eso está bien. Yo vivo con los días y eso también está bien, ya que mi corazón me lo permite." Me sentí desdichada, una total y completa infeliz. Que no podía aportar nada a mi vida, a la que pasaba frente a mi cara, ergo, alimentaba a mi muerte.
Caminaba por los ojos de mi amor, daba vueltas en sus córneas y meditaba mientras mojaba mis pies entre sus lágrimas. Pensaba: si sugiero vivir alegremente mi vida, la muerte igual se burlaría de mi con un beso. Si acampo en el bosque y espero que una bestia salvaje me devore hasta los huesos, al menos habré alimentado una vida con mi muerte y no sería en vano. Hasta que meditabunda resbalo por el lagrimal y caigo. Pequeña, empapada, salada y con un sabor salado tristeza. Fue una lágrima de esas que pesan por que ya, por que ya no vale nada la vida, y solo queda llorar, expulsarse a sí mismo por los ojos, disipar el dolor en manera de gotas, de llanto. Llover hasta que todo acabe. Sufrí mucho al querer subir al pecho e intentar recostarme en su corazón, necesita dormir en un latido que se extienda con mi vida, que me acompañe en las tardes y en los días. Sufrí. Hasta que todo se hizo agua. Y pensé: Mi amor llora porque seguro no sabe las verdaderas intenciones de su corazón. O seguro debe llover porque sabe lo que siente pero su razón no lo deja en paz. La mera verdad es complicado saber los motivos de una laguna en su pecho.
Nadaba entonces, flotaba y miraba las estrellas. Ya de noche, sumergía mi cuerpo e intentaba llegar al fondo de su corazón, pero la respiración no me aguantaba. Me di cuenta que moriría pronto sin saber lo que guardaba su corazón. Resultado de eso, yo me haría marchita, una planta seca o tal vez los insectos me someterían, pero es irrelevante. Me terminaron convenciendo de que lo más importante es la vida. La muerte la puedo dejar para después. Debía esperar que el Padre evapore el lago de mi amor para poder yo tocar tierra y sentir su corazón.
Descansaba en su oído mientras que mi amor dormía y escuchaba los sueños de Luna. Dulces sinfonías, que su oído jamás escucharía. Y era una tragedia. Uno debe aprender hacerse pequeño y vagar por su amor para escuchar y sentir las bellas cosas de la vida antes de que la muerte venga a robarnos el aliento y ya no nos alcanze ni para el suspiro. Tarde o temprano expiraremos y para que la muerte no nos encuentre debemos hacernos diminutos y que solo encuentre nuestro amor. Al menos, espero que tenga compasión o si quiera se conmueva.
Un sueño era sobre las sombras de mujeres, danzaban y gemían los infortunios de su amor. Otro comenzaba con un beso y un recuerdo y terminaba con el recuerdo del primer beso. El tercero era sobre un cofre dorado que guardaba las monedas de Caronte, las que había recolectado durante todo el tiempo. Mi amor, sueña con la vida, sueña con los golpes, sueña con ser Caronte. Y ahora, navego hasta su corazón, yo sola. Y el espejo se revela... veo una barquera que cruza un mar de sangre, veo el cofre dorado con el que mi amor soñaba. Y al otro lado veo mi amor, de pie y pintado, con la fecha de su nacimiento, de su sufrimiento. Y caigo, caigo de nuevo del lagrimal, pero despierto húmeda sudorosa en la cama junto a él. Me toma la mano y me dice: ¿Qué tienes corazón? ¿Qué te asustó? Solo lo miré recordando todo lo que había soñado. Y le dije: Yo... yo soy tu corazón, no tengo que buscar ni hacer más preguntas. Ya sé lo que habita en tu corazón.
Luego de abrazarlo, preparo té de jazmín y suspiro. Pensé: Este no será mi último suspiro. Lo tengo a él, a mi amor, hecho carne para salvarme la vida.
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